miércoles, 2 de septiembre de 2009

Hacia una Filosofía de la Fotografía
Ensayo por Gabriela Alcaraz

Cuando observamos una imagen, hay dos factores que intervienen, una es la estructura de la imagen en sí y otra es la intención que tenemos al verla.

Las imágenes son símbolos connotativos, es decir, son susceptibles de interpretación.

Al ir desplazando la mirada sobre la foto se perciben los elementos que contiene, así como una relación espacial que se da entre ellos. También hay una dimensión temporal en que el observador se para para registrar una y otra vez la fotografía y lo que muestra.

De esta manera, se va recreando en la mente como una situación y no como un hecho congelado.

Comenzamos a crear incluso más dimensiones, más allá del ancho y el largo, del espacio y del tiempo, dotamos a los elementos y a la imagen misma de una profundidad aparaente más no real.

Nos adentramos tanto que incluso podemos imaginar que sentimos las texturas, que percibimos los aromas; más todo eso está presente sólo de manera visual, incitándonos a querer usar todos nuestros sentidos, nos dejamos llevar.

Con la escritura nació una nueva capacidad: la conceptualización.

La pugna entre textos e imágenes plantea el problema central de la historia, pues, aunque los textos explican las imágenes para poder comprenderlas, éstas a su vez, ilustran los textos para que su significado sea imaginable.

Sin embargo, para terminar con esta etapa crítica, surgieron las imágenes técnicas.

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